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El asbesto, también llamado amianto[1] (en España conocido como uralita[2]), es un grupo de seis minerales fibrosos, compuestos de silicatos de cadena doble: actinolita, grunerita (amosita), antofilita, crisotilo, crocidolita y tremolita. Los minerales de asbesto tienen fibras largas, resistentes y lo suficientemente flexibles como para que puedan separarse y entrelazarse. Además, resisten altas temperaturas, y son excelentes aislantes térmicos.[3]
Debido a sus características, el asbesto se ha usado en gran variedad de productos manufacturados, principalmente materiales de construcción (para recubrimiento de tejados, baldosas y azulejos, productos de papel y productos de cemento con asbesto), productos de fricción (embrague de automóviles, frenos, componentes de la transmisión), materias textiles termorresistentes, envases, paquetería y revestimientos, equipos de protección individual, pinturas, productos de vermiculita o de talco.[cita requerida]
Los estudios arqueológicos han encontrado evidencia de que el asbesto se usó ya en la Edad de Piedra para fortalecer macetas de cerámica,[4] e incluso en la época griega Heródoto ya lo mencionó en el 456 a. C.[5] ya que se empleaba como mortajas envuelta alrededor de los muertos antes de arrojarlos en su pira funeraria con el fin de evitar que sus cenizas se mezclaran con el propio fuego, pero no fue hasta fines del siglo XIX que se empleó a gran escala debido a la minería cuando los fabricantes y constructores comenzaron a usar el asbesto por sus propiedades físicas deseables.
Sin embargo, el asbesto representa un peligro para la salud bien conocido. La inhalación de fibras de asbesto puede conducir a varias afecciones pulmonares graves, al respecto las autoridades médicas demostraron que los productos relacionados con el asbesto/amianto provocan asbestosis y cáncer con una elevada mortalidad desde 1906,[6] demostrado por Montague Murray.[7] Pero no fue hasta 1931 cuando comenzó a regularse y tenerse en cuenta la peligrosidad del mineral, en Reino Unido, con la muerte de Nellie Kershaw, considerada la primera trabajadora con asbestosis por exposición de amianto en su puesto de trabajo. La primera publicación oficial que demostró una relación entre el asbesto y la asbestosis fue Mesothelioma of pleura and peritoneum following exposure to asbestos in the London Area.[8]
A principios de la década de 2000 empezó a prohibirse en los países desarrollados y su uso quedó totalmente prohibido en la Unión Europea desde 2005. En algunos países en vías de desarrollo se continúa utilizando.
El amianto se usó ampliamente durante el siglo XX hasta la década de 1970, cuando el reconocimiento público de los peligros para la salud del polvo de asbesto llevó a su ilegalización en la construcción convencional y en la protección contra incendios en la mayoría de los países.[9] A pesar de esto y en parte porque las consecuencias de la exposición pueden tardar décadas en surgir, se cree que al menos 100 000 personas al año mueren a causa de enfermedades relacionadas con la exposición al asbesto según la OMS.[10]
A pesar de la gravedad de las enfermedades relacionadas con el asbesto, el material se ha utilizado ampliamente en todo el mundo, y se cree que la mayoría de los edificios anteriores a la década de 1980 contenían asbesto.[11] Muchos países aún apoyan el uso de asbesto como material de construcción, y la extracción de asbesto está en curso, con Rusia como el principal productor, produciendo alrededor de un millón de toneladas en 2015.[10]